Cuando esperaba a mi primera hija comencé a experimentar un montón de emociones y
sentimientos que jamás había sentido. Muchos eran lindos, placenteros y otros no tanto.
Desde que somos chicos vamos aprendiendo a juzgar las emociones como buenas o
malas, como si estar alegre fuera bueno y estar triste fuera malo.
Como primeriza todo era nuevo para mi y empecé a notar como yo (mis emociones) de
alguna manera pasaba a estar en segundo plano, con frases como "no te angusties que el
bebé siente todo" o "no te pongas nerviosa que le hace mal al bebé" o "tenes que estar bien por el bebé" y de esas tengo una lista interminable. Cuando nació mi hija ese mensaje seguía siempre presenté de la mano de casi todas las personas que me rodeaban y de a poco, me fui llenando de culpas, por sentir cosas que "no debía" sentir, por angustiarme, por sentir ganas de llorar o enojarme, todo me llenaba de culpa porque "estaba mal sentir todo eso".
Al exigirme estar siempre bien empecé a sentirme cada vez peor, porque dejé de ser
comprensiva y tierna conmigo misma y con el entorno, tampoco podía tolerar esos
sentimientos en los demás.
Después de que naciera mi segunda hija, después de mucho trabajo interior y transitando esta formación tan hermosa que es Facilitador Transpersonal; leyendo sobre inteligencia emocional, puedo entender que todas las emociones son funcionales en su justa medida, que vienen a decirnos algo y por eso hay que escucharlas y saber porqué están ahí, puedo ver que si reprimo lo que siento, no solo voy a explotar, sino que también les enseño eso a mis hijas y no es saludable que crean que está mal sentir ciertas cosas.
Entendí que no hay emociones "buenas" ni "malas" sino que al reprimirlas porque nos
resultan desagradables se bloquea esa energía y eso es lo negativo, lo que nos hace mal, cuando podemos extraer la información que nos muestra la emoción es mucho más
contributivo, ej: la tristeza implica aceptación, ¿que sería de una persona que nunca está
triste? Tal vez no podría aceptar la realidad.
Las emociones son saludables nos sirven para poder subsistir, solo si se llevan al extremo
dejan de ser saludables, la alegría también puede transformarse en manía o negación.
Hoy vivo de otra manera, aprendí a respetarme y respetar a los demás, dejo que mis hijas
me vean llorar y cada día intento transmitir eso a ellas, para que puedan tener la salud
emocional que todos necesitamos tener.
por Ariana Cantarutti
Formación "Facilitador Transpersonal "
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