top of page

CUANDO LA MESA NAVIDEÑA ESTA LLENA Y EL VÍNCULO, VACÍO

ree

Llegan las fiestas de fin de año y, entre balances y proyecciones, aparece una transición que pesa más de lo que parece: las Fiestas.

Y no es menor.

Mucha gente me dice medio en serio, medio en broma, que quisiera dormirse ahora y despertarse directamente el 3 de enero.

Y todo empieza con la que hace punta: Navidad.

La pregunta aparece rápido:

¿Con quién pasamos Nochebuena y Navidad?

¿Y por qué este tema genera tanta tensión, ansiedad y angustia?


Porque la Navidad, a veces , puede convertirse en el escenario perfecto del amor necesitado, culposo y fusionado.En estos casos , el debate sobre con quién pasar las fiestas se lleva la última gota de calma del año.

Y todavía queda el 31.

Aparecen lealtades reclamadas.

Mesas que “tienen que estar llenas” sin importar lo que haya pasado.

Vínculos que nunca se revisaron ni se hablaron.

Como si sentarse alrededor del arbolito fuera, en sí mismo, suficiente para una relación.

Listo: villancico de fondo, decoración prolija… entonces “está todo bien”.

No

No lo está.


Las fiestas de fin de año suelen ser un botón de muestra de un amor caprichoso, invasivo y profundamente egoísta.

Un amor pesado. A veces, irrespetuoso.

La Navidad así, amplifica dinámicas disfuncionales porque mezcla mandato cultural, ideal de familia unida, miedo a la soledad y necesidades de reparación que nunca se resolvieron.

Hace poco alguien muy joven me dijo, con una claridad impecable:

“Después de todo lo que pasó, no da sentarse en la mesa de Navidad como si nada”.

Y ahí está el punto: las fiestas no resuelven nada.

Si hubo dolor, silencios, límites rotos o historias difíciles, un brindis no borra nada.

Es como el golpe que da una pareja violenta seguido de bombones y flores.

Eso no es amor.

Es autoengaño.

Eso es insano.


Las fiestas dejan al descubierto algo incómodo: muchas veces, cuando decimos “amor”, lo que gritamos es apego.

Queremos al otro para llenar la mesa, sostener la fantasía de que “está todo bien” o calmar culpas propias.

Si no fuera así, decir: “este año no paso las fiestas con estas personas”, no sería un drama nacional.

Tal vez podríamos darnos permiso para algo más honesto: pasar las fiestas con nosotros mismos

y con esos dos o tres vínculos vivos con los que sí queremos compartir la Navidad…

y la vida.


Las fiestas no están para reparar vínculos rotos.

Están para celebrar vínculos vivos.

Todo lo demás es decoración emocional.


Marisela Fortuny 💎

C. Sistémica y Facilitadora de Desarrollo Personal

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page