VOLVER A LA NATURALEZA: RECONECTAR PARA SANAR
- Marisela Fortuny💎
- hace 15 horas
- 2 Min. de lectura

Nos hemos alejado tanto de lo natural… que a veces olvidamos que somos parte de ello.
En la vida moderna, donde todo corre y la mente no para, el contacto con la naturaleza no es un lujo ni un capricho romántico: es una necesidad biológica, emocional y espiritual.
Estar en la naturaleza regula, calma y reordena. No solo al cuerpo, también al alma.
Numerosos estudios lo confirman, pero basta con experimentarlo: caminar descalzos sobre la tierra, respirar aire puro, mirar el cielo, tocar una planta, abrazar un árbol.
En esos instantes, algo en nosotros se reacomoda.
La mente se silencia, el cuerpo afloja y el corazón recuerda su ritmo original.
Nuestro cerebro cambia cuando estamos en la naturaleza.
Se apagan las zonas relacionadas con la preocupación y la rumiación mental que son esas vueltas que damos una y otra vez sobre lo mismo, y se activan redes más amplias, creativas y serenas.
Los psicólogos Rachel y Stephen Kaplan llamaron a esto “fascinación suave”que es la atención natural que surge cuando algo nos atrae sin exigirnos esfuerzo.En la naturaleza, simplemente estamos y así sin más, y al estar descansamos.
Esa pausa interna que podemos regalarnos con la naturaleza abre espacio para nuevas ideas, para la claridad, para una mente más lúcida y un corazón más tranquilo.
Cada vez que volvemos a lo natural, todo el sistema se regula: baja el cortisol, mejora el ánimo, la presión arterial se equilibra.
Pero hay algo más profundo que se experimenta, hay una sensación de pertenencia.
Sentirnos parte de un ecosistema vivo nos devuelve a la humildad, a la empatía, a la cooperación. Nos recuerda que no estamos separados. Respiramos el mismo aire que los árboles, caminamos sobre la misma tierra que sostiene todo lo que existe.
No hace falta irse muy lejos: veinte minutos en un parque, cuidar una planta, mirar el cielo antes de dormir o dejar que el sol toque tu piel son gestos simples que restablecen la conexión.
Incluso la ciencia lo sabe: terapias como los baños de bosque (shinrin-yoku), la jardinería terapéutica o el contacto con animales están mostrando resultados asombrosos para reducir la ansiedad y el estrés.
Vivimos sobre estimulados con pantallas, ruido, y exigencia constante y este ritmo artificial nos desconecta de los ciclos naturales de la vida y nos deja con una sensación difusa de vacío, de “no pertenecer a ningún lugar”.
La naturaleza nos recuerda el pulso real: el ritmo de la respiración, de las estaciones, de la vida que crece sin apuro.
Cuando caminamos entre árboles, cuando miramos el mar o sentimos la lluvia, el alma se sincroniza otra vez con la realidad más profunda: todo está vivo, y yo también.
La naturaleza no solo embellece la vida, también la repara.
Nos calma, nos inspira y nos devuelve al equilibrio que habíamos olvidado.
Volver a ella, aunque sea un ratito cada día, es una forma sencilla y poderosa de autocuidado.
Porque cuando cuidamos nuestra conexión con lo natural, también cuidamos de nosotros mismos.
Somos naturaleza.
Y cuando lo recordamos, todo empieza a sanar.
Marisela Fortuny 💎
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